Mamma Mia: mucho más que 264 funciones
- Daniel
- Jan 16, 2024
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Updated: Jan 16, 2024
Acaba de terminar la temporada de Mamma Mia en el Teatro Insurgentes, un año de mi vida entre ensayos, 264 funciones y más de 110 mil espectadores. Mientras el cuerpo se acostumbra a un nuevo estado, y antes de que la mente lo pase a otro plano, quise aprovechar este cierre para plasmar y compartir varias lecciones de lo que fue esta experiencia. Mi primera obra y temporada de teatro profesional; un teatro, una obra y una compañía que dejaron en mí una huella eterna que hoy me convierte en mejor humano y sin duda mejor artista.

Ser uno mismo y no compararse con los demás
Desde que iniciaron los ensayos y conocí a cada uno de mis compañeros entendí que las habilidades y el talento de cada persona son distintas y únicas. Todas y todos llegamos a esta compañía por una u otra razón y es importante confiar en eso con nuestras fortalezas y oportunidades. Solo así podemos impregnar de nuestra mejor versión al personaje y a la obra. Al final, eso es lo más importante y el porqué estamos aquí.
En mi caso el baile no es mi fuerte, pretender serlo no me iba a hacer mejor, al contrario, perjudicaría mi proceso y el trabajo con mis compañeros. En cambio, decidí abrazar y comunicar mi limitación y aprovechar la oportunidad de cada ensayo y función para desarrollar una nueva habilidad. Queda mucho camino por recorrer, pero hoy puedo decir con orgullo que cada día me sentí más confiado de dar esa doble pirouette en el MegaMix y ser una mejor y verdadera Dancing Queen y un Sky desde lo que Daniel es.
Lo bueno de pedir ayuda
En estos meses aprendí que cada quien tiene su forma de expresarse y hacer arte. Cada quien tiene su esencia y cada uno debe hacerse dueño de su oficio y observar cómo los demás hacen lo mismo. Al ser mi primer proyecto profesional en compañía de tanto crack, decidí poco a poco caminar sin pena, y cuando necesité ayuda me animé a pedirla. Cómo no sentirse en casa cuando Gaby, la Directora y Coreógrafa residente, me dió la gran noticia y me dijo “vas a estar rodeado de una compañía que te apapachará” y así fue. Todos tenemos algo que aprender y algo que enseñar. Cuando te apoyas en tu compañía, además de buscar ser mejor profesional, estás estableciendo nuevos vínculos y con eso llegan grandes amistades.
El valor de la amistad
Uno de las grandes maravillas del teatro, además de sus historias, canciones y emociones, son la amistades que se forjan. Estamos hechos el uno para el otro y por eso la palabra compañía es tan atinada. Después de pasar un proceso de semanas de ensayos y luego meses de funciones con mucha convivencia, hoy me llevo amistades perdurables que me permitieron ser quien soy, crecer como artista y simplemente conocerme y conocer a cada uno mejor. Durante la temporada, aposté a confiar en mi intuición y dejar que nuevas amistades llegaran sin avisar. Aprendí que se puede ser leal al equipo, sin dejar de cuidarse y ver por uno mismo. Aprendí también, que es más valioso ser curioso que crítico. Ser curioso te permite conocer a alguien por lo que realmente es, mientras que ser crítico te impide establecer conexiones reales y cuando hablamos de teatro y el trabajo en escena esos vínculos son cruciales.
Lo que sientes importa
Cuando pasas tanto tiempo en un teatro es importante tener la confianza con tus compañeros, productores y amigos de comunicar lo que sientes. Somos artistas y nuestro trabajo consiste en crear emociones, pero antes de ser artistas somos humanos. Suceden tantas cosas en la vida de cada uno que muchas veces estamos ensimismados sin atrevernos a abrirnos. Todos los días luchamos, cometemos errores, nos arrepentimos, corremos riesgos y también los evitamos. Pero saber que tienes compañeros que pasan por algunos de los mismos sentimientos y están dispuestos a escucharte y ayudarte es un alivio. En Mamma Mia hubo días que la energía al llegar al teatro se percibía, bien o no tan bien, se sentía mucho y nunca me había pasado de esa forma en ningún otro espacio. La energía del teatro es única y por alguna razón, cada día en el Insurgentes me reconocía más sensible (y no por ser un piscis), solo entendí que ser vulnerable con nuestros estados de ánimo es un gran paso para desarrollar nuestra inteligencia y control emocional y así, tener más herramientas para transitar como un artista más humano y más consciente.
La gratitud, humildad y resiliencia como camino profesional
Siempre lo he creído, el ego es el enemigo (si quieren ahondar en el tema les recomiendo mucho este libro). Todo mundo: elenco, producción, stage management, vestuario, peluquería y equipo técnico, jugamos un rol en la compañía. Así como una selección de futbol entrena para ganar partidos, una compañía de teatro ensaya para hacer magia cada noche y poder dar una gran función. Ahora bien, si las piezas del rompecabezas no están en su lugar o si dejamos que nuestro ego juegue en primer plano, va a ser muy complicado triunfar. En todas las compañías, como en todos los grupos y familias, existen problemas y Mamma Mia no fue la excepción. Después de vivir y ser testigo de situaciones particulares confirmé la importancia de ser humilde con nuestra personalidad y aspiraciones; que debemos estar constantemente agradecidos de nuestros éxitos y del lugar afortunado que tenemos; pero también, no olvidar ser resilientes cuando nos equivoquemos y pasemos por momentos difíciles. Al mantener nuestro ego sano, fuera y dentro del teatro, enfrentamos los problemas desde otra óptica, aprendemos de ellos y seguimos adelante de manera más efectiva y segura. Lo mejor, es que noté que con esa práctica el talento y profesionalismo de uno sólo se enaltece. Existe una frase muy atinada, una frase que he podido comprobar en diferentes ámbitos. “Nadie se va a acordar de tus logros, se van acordar de tu carácter y tu actitud”. Da todo tu esfuerzo, agradece constantemente, se amable y ten la capacidad de adaptarte todos los días a lo que está por venir.
Disfruta la vida en camerinos
Después del escenario, mi otro lugar favorito dentro del teatro son los camerinos. Fue algo único de Mamma Mia, un espacio lleno de complicidad, de risas, anécdotas, pan dulce, bromas y mucho amor. Fui el más afortunado de haber tenido el camerino que tuve y sé que no siempre se vive así. Fue especial porque me dio la posibilidad de conectar desde mi personalidad y conocer la de los demás sin máscaras, creando así un espacio de mucho humor y en el que todos nos sentimos seguros. Un espacio de transición y preparación entre la realidad y la ficción, un espacio para hacerlo tuyo. Cuartos secretos llenos de historias que el público no conoce. La vida en los camerinos de Mamma Mia fue intensa, muy divertida y sin duda un espacio para disfrutar, reír, llorar, conectar y simplemente ser uno. En el Camerino Cheetah, risas y ocurrencias no faltaron y vaya que nuestra huella quedó enmarcada.
Sé estricto contigo mismo y perdona todo lo demás
Mi papá siempre dice “Lo cortés no quita lo valiente” y durante la temporada reafirmé que no controlamos las acciones del otro, pero sí controlamos cómo respondemos. Ser cortés con el otro, no importa qué haya hecho, siempre va a ser una muy buena razón para hacer mejor a la otra persona y hacerte mejor a ti. En más de una función entendí que no hay que juzgar al otro por su momento más crítico. Si queremos, todos podemos redimirnos y ser mejores. Pero también es importante no dejar que eso afecte nuestro compromiso y disciplina. Como Lisset lo dijo más de una vez, “Pase lo que pase, siempre hay que vernos a los ojos”; es responsabilidad de cada quien mantener ese balance entre la autodisciplina y la empatía hacia los demás. No todas las veces fue perfecto, pero sí celebro que hasta la última función, como compañía y hacia cualquier persona, estuvimos presentes y entonamos con amor nuestra porra incondicional “Se logró, se se logró”.
Haz que cada día valga la pena y nunca te dejes de asombrar
En un viaje de cambios constantes e incertidumbre como es el teatro, lo único que tenemos es la función de hoy y el compromiso de salir con nuestra presencia, enfoque y entrega total al público. No sirve sobrepensar lo que pasó ayer ni imaginar qué pasará mañana. Nos queda vivir cada acto, rodeado de la compañía que tenemos, pues antes de lo imaginado estarás dando tu última función. Con esa mentalidad comencé a aceptar: aceptar mi imperfección (y la de los demás), aceptar la incertidumbre y aceptar lo incontrolable. Así me di cuenta que en la aceptación está la tranquilidad y la posibilidad de disfrutar y aprovechar plenamente cada día. Fue con esa tranquilidad que capté que no importa qué pase, siempre debemos creer en las posibilidades, darnos ese chance y nunca abandonar nuestra capacidad de asombro. Para mí, el asombro se convierte en ese combustible de sabiduría y curiosidad, una constante fuente de inspiración e ingenio, y un lugar que alimenta la pasión, el vigor, la alegría y el propósito.
Si en Mamma Mia y como cover de Sky, no le hubiera dado el espacio a mi capacidad de asombro, sin duda no hubiera sido tan feliz. Al elegir asombrarme, desde las cosas más pequeñas hasta noches que lo que pensaste que no iba a pasar sucedía (en el público, en camerinos o en escena), solo me maravillaba más y me hacía sentir más vivo. Al creer en eso, llega un día que con menos de veinticuatro horas, cuando menos lo esperas, te avisan que vas a subir del personaje y con eso toma lugar tu debut en el Teatro Insurgentes, te llenas de adrenalina y como Gaby dice “las cosas se alinean” y la magia sucede.
Que estas lecciones sean un auto-recordatorio
La temporada de Mamma Mia acabó y aunque las bolas disco ya no girarán, hoy reflejan nuevas luces y lecciones en el escenario de mi vida. En una de las muchas conversaciones con Armando, mi maestro y Harry Bright en la obra, platicamos sobre lo efímero que es el teatro como forma artística, a diferencia de una pintura o escultura que permanece en tiempo y espacio. Puedes dar función cada noche en un teatro y el día de mañana es un recinto vacío, sin escenografía, vestuario e iluminación. Un espacio que ahora solo guarda esa energía que revoloteó durante diez meses y hoy está en silencio. Y en ese silencio lo que permanece son memorias de la experiencia escénica: aprendizajes, amistades y anécdotas que estoy seguro nos seguiremos contando con el paso de los años.
Al vivir una experiencia así, si no nos damos la tarea de procesar y asentar las vivencias, podemos olvidar mucho de lo aprendido, esa es la razón principal por la cual quise capturar estas lecciones. La segunda, fue para crear un auto-recordatorio sobre mi propósito en este camino. Un camino que no es lineal. Un camino que es de uno y sin comparativo. Un camino que requiere disciplina y empatía constante, pero también juego y risas. Un camino que será más y mejor si lo caminamos con gratitud, humildad y resiliencia. Y por último, un camino que debe alimentarse de nuestra capacidad de asombro continua, no importa el momento. Solo así, este camino tendrá sentido y cada día habrá valido la pena.
